El Proceso
Quizás
espere el lector de este relato que comencemos esta entrada con una definición
de proceso; pero, con razón o sin ella, no es este el propósito. Toda
definición que se dé a esta palabra variará con la metodología que se
adopte; por lo tanto, todo lo que
podemos decir al empezar, es que existen ciertos procesos que interesan a
determinadas personas, y que, a lo menos por ahora, este proceso nos pertenece
a nosotros.
Y
así fue desde el primer día en que arrancamos este arduo camino en post de enmendar los defectos en la escritura que acarreaban
nuestros educandos. Allí estábamos nosotros, dotados de un vehemente deseo por
enseñar, por decirlo así, y dispuestos a hacer de estos inaptos a la escritura
los mejores escribidores de su propio pensar humano. Pues bien, esto tuvo su inicio
en el mes de diciembre del año 2013, el
primer paso que dimos consistió en buscar de manera exhaustiva a los que a la postre serían
nuestros alumnos; de esta manera el reclutamiento
iniciaba. Cada uno de nosotros seleccionó, tras una ardua búsqueda, a un grupo
de muchachos que tenían entre sí intereses en común, estos, desde luego, eran el haber sido nacido de los vientres de
familiares y amigos. Los reclutados fueron: Gerson Gordillo y Juan Gordillo (16
y 15 años), amigos de Anderson; Jeison Dallos (15 años), quien me correspondió;
Daniela Torres (11 años) hermana de Miyi; Julieth Olarte (16 años) y Gissel
Ramírez, amigas mía y de Anderson. Todos ellos, por supuesto, bajo la creencia de ser nuestros familiares y
amigos se dispusieron a trabajar, o por mejor decir, a colaborarnos, aunque
algunos de manera provisional, en este taller de escritura que estábamos
preparando. Pero antes de decirles lo que debían hacer, tuvimos que considerar
otro asunto. Consistió en una especie de
vaguedad general por cómo y dónde
comenzar que nos invadió de repente, ya que no sabíamos muy bien por dónde era el camino. Entonces surgió la idea. Anderson y Tatiana propusieron
que este primer ejercicio de escritura debía tratar de una historia afín a la
temporada navideña, donde los alumnos ilustrasen sus visiones, ortodoxas o no, respecto al
tema. Así fue. Todos nosotros nos sentimos perfectamente seguros acerca de la
pertinencia de este tema, sin embargo, al recoger estos intentos de escritura,
nos dimos cuenta de la realidad. Y es que el ingenuo sentido común nos jugó una
mala pasada en esta oportunidad, pues al
suponer que las cosas eran tal y como la
imaginamos, no nos precavimos ante este desastre. No obstante, y a sabiendas que la escritura
es una técnica continuamente perfectible, dejamos atrás este impase y
corregimos todo lo que vimos, señalando con minucia todos los errores que
encontrábamos. Algunos de estos eran fácilmente subsanables. Así pues, no todo
era malo, pues si bien el cómputo de
errores por alumno fue alto, la mayoría
de estos problemas eran de tipo ortográficos
y de puntuación, lo cual, lógicamente resultaban naturales, sabiendo del bajo nivel de lectura de los estudiantes.
Ahora
bien, luego de esto, decidimos hacer una
reunión individual, en la cual cada uno de nosotros sostendría con ellos una charla
–constructiva- en la que exponíamos de manera clara y concisa tanto las ventajas
como las falencias halladas en sus
escritos, desde luego, siempre incitándoles y motivándoles a que no dejasen de escribir, sino lo
contrario.
En
cuanto pasó esto, decidimos probarles de nuevo a los alumnos con un ejercicio
de escritura que presentara un mayor
grado de dificultad. En esta
oportunidad, la palabra escrita debía prestar al pensamiento la misma
notoriedad que se atribuye a los objetos físicos. Por eso, dejamos que los
alumnos escribieran lo que quisieran contarnos, es decir, que nos hablaran a
partir de sus percepciones e intuiciones. ¿Cómo les fue? Algunos escribieron
sendos relatos de Amor, otros lo hicieron sobre las sensaciones que les
producía el estar en la escuela y su rutina. ¿Qué resultados obtuvimos? Pues
bien, este hecho se tradujo en un avance
notable, ya que la elaboración, cuidado y esmero que los alumnos tuvieron al
momento de escribir estas historias se vieron plasmados en las ricas composiciones
cargadas de sentido. Asimismo, se observó un notable avance en Jeison, quien
era uno de los más presentaba problemas en la construcción lógica de las frases.
¿Conclusiones? En este ejercicio la composición se enriqueció de manera
exponencial gracias a las previsiones que tomamos debido a las falencias
presentadas en anterior ejercicio y su posterior corrección. Pero basándonos en
un punto de vista meramente gramatical, podemos decir que los errores en la distribución de las palabras y, en unos casos, en el cambio
de sentido de una de ellas, se sigue presentando con frecuencia en los
estudiantes. Sin embargo, lo mejor de este ejercicio fue la originalidad de las
ideas presentadas por nuestros autores, pues
se inspiraron en esa oportunidad, debido al trabajo conjunto que todos nosotros
hicimos, y que consistió en darles a leer un par de crónicas que extrajimos de
la página web Soho, crónicas que
compartimos con ellos, donde también prestamos nuestras voces como medio para
señalar los conceptos básico que debe
tener una crónica. Esta sesión se
decidió ejecutar con los estudiantes en sus respectivos hogares, ya que algunos
de ellos no podían movilizarse hasta la universidad por razones de tipo
económico.
Finalmente,
para el último ejercicio de escritura tuvimos en cuenta la crónica de Efraín
Medina Reyes, “Boxeador por un día”. En
esta ocasión, cada uno de nosotros -Edward, Anderson, Tatiana, Miyi y yo*- estuvo
con su estudiante alrededor de dos horas en dicha sección. ¿Qué buscábamos con
esto? Sin lugar a dudas, colmarlos de
emociones, las cuales pudieran salir a flote para luego ser estampadas en este
último escrito. ¿Qué resultados obtuvimos? Podemos decir con satisfacción que
los alumnos escribieron sus mejores crónicas al final, pues la carga emotiva
que les disparó la lectura la crónica de Efraín Medina, se vio reflejada en
crónicas con un contenido profundo y humano, no obstante, con pequeños errores
de ortografía.
Con
este ejercicio final de crónica cerramos esta sesión, esperando, positivamente,
haber contribuido en el desarrollo de esta técnica tan esencial para los
alumnos –y cualquiera- a la hora de comunicar sus ideas y pensamientos de
manera escrita.
Estructura de las sesiones
De esta manera, las sesiones que se llevaron acabo constaron de tres momentos esenciales:
1. Lectura
2. Producción
3. Revisión
PRIMERA SESIÓN:
En este orden de ideas, para la primera sesión, se propuso a los aprendices la realización de un escrito en torno a la temática de la navidad, por ser esta una fecha próxima. Se les pidió realizar un texto en el que contaran alguna anecdota navideña y lo que esperaban en las vísperas de la del año 2013. Era por medio de este primer texto que realizaríamos posteriormente un análisis diagnóstico para establecer un punto de partida para el trabajo con los estudiantes.
Después del ejercicio de lectura, se planteó revisar las nociones previas de los estudiantes en torno a lo que es una crónica. En este punto se exploraron presaberes en torno al género y se hicieron aclaraciones en cuanto a lo que conceptual, estructural y temáticamente corresponde al género de la crónica.
SEGUNDA SESIÓN:
En este segundo encuentro se revisó el texto de la navidad. La corrección individual se convierte, en ese proceso, en un elemento clave en la evolución de los aprendices. De esta manera, la relectura del texto y la revisión de las imperfecciones del mismo, permitieron al estudiante reflexionar en torno a su producción y replantear muchos elementos presentes en este.
Después de este primer momento de la sesión, se leyó con los estudiantes la crónica de "Aracataca, muchos años después" de Ernesto McCausland Sojo, pues, considerándola como la más pertinente para el tema que se trataría en la sesión, por ser esta tan estructurada y lineal temporalmente, se decidió trabajar a partir de ella las diferentes estrategias de estructuración del contenido, es decir, dar paso a la reflexión conjunta, tanto de aprendiz como tutor, en torno a la superestructura de este tipo de texto.
Hecho esto, se abrió paso a la presentación de una metodología de escritura. Un trabajo muy básico por medio del cual se propiciaron modos de organizar el contenido de la crónica. Por medio de la lluvia de ideas, de los borradores y la relectura individual, los estudiante iniciaron un proceso de autoevaluación de su propio proceso de escritura.
Hecho esto, se les pidió realizar otra crónica, teniendo en cuenta lo estudiado, en torno a cualquier hecho que quisieran, con la condición de que este estuviera enmarcado en el contexto de la escuela, bien podría ser del descanso, o de la clase o evento institucional.
TERCERA SESIÓN
Para esta reunión se realizó el mismo proceso que en la anterior: se revisó el texto previamente escrito, se hicieron las acotaciones necesarias y se procedió a leer la crónica de Efraín Medina Reyes, "Boxeador por un día", por medio de la cual se abrió paso al corazón de la crónica, lo que consideramos como su esencia mestiza: la presencia de elementos de la realidad y elementos literarios.
De esta manera, empezamos por identificar unos y otros elementos en la crónica de Medina, mostrando la forma en la que el escritor se permitía, tanto narrar un hecho real, factible, pero también como se permitía el derecho a permear la historia con elementos literarios, subjetivos y poéticos, por medio de los cuales podía transmitir sensaciones, tocar fibras internas.
De esta manera dimos paso a un tema que siempre da para hablar: el amor. Así que les propusimos un último ejercicio en el que escribieran una crónica que abordara temas del corazón.
Ejercicio de escritura # 2
TEXTOS
1. Yeison - 15 años
4. Juan Daniel Gordillo - 15 años
5. Samuel Mónoga - 13 años
6. Daniela Torres - 11 años
7. Julieth Olarte - 16 años
8.Gisell Ramirez - 11 años
MARCO TEÓRICO
¿Qué
es escribir?
Hablar de escritura no es solo hablar de trazos, de
tecnología, de símbolos y letras, hablar de escritura es remitirnos a
significado, a intención, a propósito, a pensamiento y a humanidad. La escritura
es el resultado del afán comunicativo del hombre, es, metafóricamente, su
primer espejo. El hombre pasó de la oralidad a la escritura y con ello se
permitió avanzar y optimizar procesos de pensamiento, trascender los límites
del espacio y del tiempo y volver sobre su propio pensamiento para replantearse
o permitirle a otros replantearse desde lo escrito. Escribir está relacionado
con el acto de componer, sin embargo, la escritura va más allá de la
composición; Daniel Cassany en construir
la escritura indica que:
“Componer un escrito
no solo requiere el uso de la habilidad de redactar, sino también la lectura y
expresión oral. Escribir es quizá la habilidad lingüística más compleja, porque
exige el uso instrumental del resto de destrezas durante el proceso de
composición: leemos los borradores que vamos elaborando para verificar que
expresen lo que deseamos (...) y dialogamos con coautores y lectores
intermedios sobre el texto”.
De esta forma la escritura requiere una interrelación de
habilidades lingüísticas que sitúan a la escritura como un constructo complejo y
que se da no solo desde la individualidad, sino en relación con los otros.
Walter Ong en oralidad y escritura, plantea que gracias a la escritura los
seres humanos son funcionalmente escolarizados, pues sus procesos de pensamiento
no se originan en poderes meramente naturales, sino que estos poderes están
estructurados, directa o indirectamente, por la tecnología de la escritura. Sin
la escritura, el pensamiento escolarizado no se daría, ni podríamos discernir
cual es el proceso cuando estamos escribiendo e incluso normalmente cuando
articulamos los pensamientos de manera oral. Más que cualquier otra invención
particular, la escritura ha transformado la conciencia humana, estableciendo lo
que se ha llamado un lenguaje "libre de contextos" (Hirsch, 1977, pp.
21-23, 26) o un discurso "autónomo" (Olson, 1980), que aunque no
puede ponerse en duda ni cuestionarse directamente, como el habla oral, porque
el discurso escrito está separado de su autor, nos deja ver el proceso que inició
lo que la imprenta y las computadoras solo continúan: la reducción del sonido
dinámico al espacio inmóvil; la separación de la palabra del presente vivo y el
desarrollo del único lugar donde pueden existir las palabras habladas.
Asimismo, la acción de escribir,
como manifestación de la capacidad del lenguaje humano y como proceso de
configuración de un discurso escrito, no puede carecer de propósito e
intencionalidad, todos los discursos son mediación de juicios o puntos de vista
y todos se materializan para cumplir un propósito; en ese sentido, la selección
del registro y estilo son vitales para garantizar la efectividad del mensaje,
para alcanzar el objetivo del escribir y asimismo para cumplir con una función
ya sea intrapersonal o interpersonal. Lo cierto es que los rasgos de lo
escrito, tal como lo propone Cassany, no sólo se hacen evidentes en la
significación de los discursos, sino también desde su construcción formal, de
esta manera, como conceptos tales como: cohesión, coherencia, adecuación y
corrección son parte fundamental de lo escrito y convierten al texto en
significativo y reconocible para una comunidad.
¿Cómo enseñar a escribir?
“Escribir
significa mucho más que conocer el abecedario, saber juntar letras o firmar el
documento de identidad. Quiere decir ser capaz de expresar información de forma
coherente y correcta”.
Daniel Cassany
Desde
el momento en que el hombre crea la escritura, esta cobra un valor
trascendental en la vida del mismo, ya que le permitirá lograr un avance a
nivel intelectual y alcanzar de esta manera el posterior e importante
desarrollo de la civilización, llegando a cobrar extraordinaria fuerza y
relevancia en diversas culturas. En la actualidad, el valor de la escritura es
innegable, difícilmente se puede concebir la actividad del hombre moderno sin
ella.
Es
tal la importancia de la escritura que el hombre se ha encargado históricamente
de trabajar a partir de ella y para ella, son múltiples los teóricos y
estudiosos que han buscado diversas formas de perfeccionar esta práctica y la
enseñanza de la misma. Hoy no cabe duda de que la enseñanza de la escritura en
la escuela es fundamental, y aunque existen
gran cantidad de análisis y estudios al respecto, sigue surgiendo la
misma inquietud: ¿Cómo enseñar a escribir? Uno
de los investigadores que se ha encargado de responder a este
interrogante es Daniel Cassany, quien en su libro Construir la escritura (1999) aborda este tema y otros relacionados
con la escritura. La base teórica para este apartado del texto será entonces lo
planteado por Cassany en su libro, así como los diversos conceptos e ideas que
toma el autor para el desarrollo de su propuesta.
La
propuesta metodológica del escritor español se fundamenta en la concepción
pragmática y discursiva del texto, siendo su principal objetivo el de aportar
respuestas y posibles soluciones a las carencias de la práctica escrituraria en
las instituciones escolares. Todo lo anterior se fundamenta en la tesis de
Vygotsky, según la cual “lenguaje y pensamiento tienen origen social y se
transmiten y desarrollan a partir de la interacción contextualizada entre
hablantes.” (Cassany, 1999, p. 114). La interacción y los contextos son
fundamentales para el desarrollo del lenguaje y de los procesos mentales que se
llevan a cabo mediante el mismo.
La
oralidad en todo el proceso de escritura cumple un rol importante, ya que esta
es la base para la adquisición de lo
escrito, sirviendo así como instrumento de mediación en las actividades
relacionadas con la escritura, de igual manera, la oralidad puede fácilmente ir
de la mano con la escritura para ser aplicada en el aula mediante un trabajo
cooperativo, en este, cada miembro participante asume responsabilidades de
carácter individual y colectivo, gracias a ello se genera un apoyo grupal que
anima y ayuda a los estudiantes en proceso de escritura.
En
cuanto a la enseñanza de escritura propiamente dicha, Cassany centra su marco
metodológico en el denominado enfoque
comunicativo, que da prioridad al aprendizaje del uso verbal en contextos
significativos, cuyo modelo es el desarrollo de un proceso transversal que
involucra a docentes y alumnos, mediante una serie de procedimientos. Se parte
de unos objetivos didácticos postulados por el docente, ya desde este punto se
da inicio al planeamiento y diseño de actividades, para ello es necesaria la
participación de los estudiantes, ellos hacen parte activa no solo en este
periodo, sino en toda la transversalidad del proceso, realizando a nivel
general un trabajo mancomunado con el del docente. Por otra parte, las mejores
tareas de composición, dice Cassany, son las que salen del aula, es decir, las
se llevan a cabo a partir de contextos, situaciones e interlocutores reales, en
las que el alumno experimente un interés e incluso una necesidad mayor de
llevar a cabo los procesos comunicativos.
Los
contextos significativos siempre serán tomados como eje central del proceso, ya
que en ellos participan y se ven involucrados los aprendices. Tomando en cuenta
lo anterior, se crean los objetivos específicos de enseñanza, que son: adquirir
información, incrementar la conciencia sobre la composición y desarrollar
procesos específicos. Trabajando cada uno de estos objetivos, escribe el autor,
se incrementaría el aprendizaje.
Otro
elemento relevante en el proceso es el borrador, este es en sí un instrumento
didáctico totalmente pertinente para todo tipo de composición escrita, su
importancia radica en las utilidades que ofrece, como por ejemplo: los
borradores permiten segmentar la composición e ir desarrollando cada una de las
partes de las que esté conformado el texto; permiten analizar el mismo proceso
que se va realizando, mucho antes de obtener la versión final del escrito;
también son material de apoyo para las actividades de revisión, ya sea individual
o grupal y son fuentes de ideas para la elaboración de textos futuros. Cassany
agrega algo más: “fomenta actitudes
positivas hacia la escritura: pone énfasis en el proceso, descarga el
valor excesivo y a veces tremendo que llega a tener las versiones finales,
anima a la lectura y a la autorreflexión.” (Cassany, 1999, p.154).
La
evaluación cumple un papel fundamental y su valor es totalmente relevante en el
proceso de enseñanza, se hace aquí una importante aclaración, se trabaja la
evaluación no como una prueba definitiva, sino que se aplica en diferentes
momentos, desde el inicio hasta el final del proceso, cumpliendo de esta forma
con dos objetivos principales: tanto fomentar que el aprendiz autorregule el
proceso de composición y aprendizaje, como recoger información sobre las
actividades didácticas hechas, es decir, la evaluación no es solo un
instrumento que se centra en los elementos superficiales del texto apreciándolo
cuantitativamente, sino que abarca todo el proceso de escritura y las dimensiones
del texto. Cabe recordar que es el momento de la evaluación el más rico para el
aprendizaje, y más aún, si este se realiza por medio de la interacción entre
docentes y estudiantes.
Una
de las tesis de Cassany es que la escritura no se debe enseñar y realizar
específicamente en el aula de clase, ya que todos los contextos en los que se
lleva a cabo dicha actividad son igualmente importantes, todo ello motiva y
genera mayor interés en los alumnos. Teniendo en cuenta lo anterior, Cassany
incluye en su propuesta la denominada escritura extensiva, que se refiere a la
planeación y realización de actividades de composición para que el aprendiz
desarrolle actitudes positivas frente a la escritura. Se introducen aquí dos
términos con referencia al grado de dirección de los procesos de enseñanza: heterodirigido y autodirigido, el autor los define:
“El primero designa las actividades que dirige
o controla una persona distinta del mismo sujeto que aprende (…) El segundo
término se refiere a los materiales didácticos con que el aprendiz asume
responsabilidades en su proceso de aprendizaje.” (Cassany, 1999, p.189).
Los
procesos de composición autodirigidos parten de la búsqueda de un tema, lo cual
hace parte de la planeación general; posteriormente, el aprendiz procede a la
selección de una técnica, esto implica una actitud autónoma del autor frente a
la composición de su texto; finalmente, y como en otros procesos de enseñanza
de escritura, la corrección y la revisión son fundamentales, gracias a ellos,
el autor aprende a regular su proceso de composición.
Dentro
de los tipos de tareas que propone la escritura extensiva se encuentran:
diarios, bitácoras o diarios de aprendizaje y los protocolos.
En
la actualidad han surgido importantes propuestas y teorías en torno a la
enseñanza de la escritura, muchas de ellas buscan extender el aprendizaje de lo
escrito más allá de lo meramente lingüístico, aprovechando el potencial
epistémico que otorga la escritura, puesto que escribir es “un acto de
cognición”. “Escribir permite al autor desarrollar conocimiento nuevo que no
existía antes ni al margen del acto de escribir.” (Cassany, 1999, p.199).
Por
otro lado, Cassany propone que para aprender a escribir bien, quien aprende
debe tener tres elementos importantísimos: conocimientos, habilidades y aptitudes.
A parte de la gramática, la sintaxis y el léxico, el sujeto que escribe debe saber
utilizar las estrategias de redacción o de escritura que son: buscar ideas, realizar
esquemas, llevar borradores, revisar tales borradores, etc. Además, Cassany
aclara que resulta crucial el sentimiento o la actitud del operador frente a la escritura, cómo se
posiciona él frente a lo que escribe. Asimismo arguye lo siguiente:
Si
nos gusta escribir, si lo hacemos con ganas, si nos sentimos bien antes,
durante y después de la redacción, o si tenemos una buena opinión acerca de
esta tarea, es muy probable que hayamos aprendido a escribir de manera natural,
o que nos resulte fácil aprender a hacerlo o mejorar nuestra capacidad.
Contrariamente, quien no sienta interés, ni placer, ni utilidad alguna, o quien
tenga que obligarse y vencer la pereza para escribir, éste seguro que tendrá
que esforzarse de lo lindo para aprender a hacerlo, mucho más que en el caso
anterior; incluso es probable que nunca llegue a poseer el mismo nivel. ¡Las
actitudes se encuentran en la raíz del aprendizaje de la escritura y lo
condicionan hasta límites que quizá ni sospechamos! (Cassany, 1993, p. 16).
De
lo anterior se evidencia que existe un afán de enseñar y aprender a escribir
desde el placer y el estímulo, debido a que el personaje que logra escribir
desde el deleite tiene una mayor facilidad para adquirir correctamente la
lengua escritural y de esa manera mejorarla conforme practica y avanza el
tiempo; al contrario, quien no lo lleva
de esa forma y encuentra en la escritura solo un impedimento para interrumpir
el vínculo ocio-sujeto encontrará muchos más obstáculos para adherir la manera
correcta de escritura y a su vez el mejoramiento en la redacción, y con ello el
desenvolvimiento en los diferentes tipos de textos que trabaja la escritura,
quien enseña a escribir desde la fruición enseña el placer de escribir, por otro lado, quien enseña a escribir,
fuera de esta dimensión visceral del ser humano, enseña el deber de redactar.
.
¿Qué es la
crónica?
Para hablar de crónica es imperativo convenir, antes
que nada, en la idea de que esta es un género híbrido compuesto por dos
elementos primordiales: por una parte es un texto noticioso, en cuanto a que
narra un suceso pasado de forma cronológica, y
por otro, es un relato por medio del cual el autor puede narrar e
imprimir sus apreciaciones personales. De esta manera, la crónica se configura
como un género en el que confluyen lo objetivo del reportaje periodístico y la
subjetividad característica de la producción literaria.
Por supuesto, el hecho de que el género exija rasgos
de uno y otro tipo de texto implica, por el lado literario, que este narre “lo
que no ocurrió, las oportunidades perdidas que afectan a los protagonistas, las
conjeturas, los sueños, las ilusiones que permiten definirlos”[1](581); es decir, la crónica
mantiene en sus entrañas una de las características más importantes de la
literatura: la posibilidad de conservar en ella fragmentos del espíritu humano,
la capacidad de engendrar mundos posibles.
Del mismo modo, el rasgo periodístico de la crónica
imprime en el género un elemento nuclear: una forma de “historiar”, es decir, y
aquí nos remitimos a sus orígenes, la crónica “nace estrechamente vinculada a
la historia propiamente dicha”[2], germina para retratar la
historia verídicamente. Sin embargo, cuando la historia surge como teoría
definida, y adquiere sus propios métodos, la crónica empieza a separarse del
texto histórico para permitirle al que la escribe licencia de dar cuenta de sus
propias impresiones.
Antes bien, se hace necesario hacer un recuento
histórico más detallado de este tipo de texto para verificar la importancia de
su trascendencia. Se sabe que el texto más antiguo del que hay prueba y que
puede clasificarse como una crónica, o al menos como un antecedente suyo, es un
texto mesopotámico, correspondiente a la decadencia de la civilización y que
relata la historia de uno de sus reyes.
Mucho después, y después de un proceso evolutivo a
través de diferentes sociedades y épocas, esta forma de relatar los hechos fue
utilizada para dejar prueba de los primeros viajes de los navegantes europeos
hacía América. En estas crónicas se cuenta, desde una perspectiva religiosa y
mística, las innumerables conquistas que se llevaron a cabo en estos
territorios y, el ensalzamiento y loa de
estos triunfos que se efectuaron en pos de dominar a los pueblos americanos,
estas son las famosas crónicas de indias.
Más tarde, la crónica se utilizó como una
herramienta efectiva para la trasmisión de sucesos, la cual, según los
documentos de la época, era empleada por
los eruditos de entonces con el propósito de contar lo que sucedía en el mundo.
Así, la crónica se configura, desde sus comienzos, en un medio de transmisión
del conocimiento que sobrevive en los registros escritos para las generaciones
futuras. Conforme a esto, nos remitimos al diccionario de Covarrubias donde se
afirma: “vulgarmente llamamos crónica a
la historia que trata de la vida de algún rey o vidas de reyes dispuestas por
sus años y discurso de tiempo”. En
este sentido, las crónicas que se relatan son tan variadas como a las personas
a las que representó. Entre ellas encontramos temáticas relacionadas con el
nacimiento de príncipes, matrimonios reales, defunciones, etc. A todo lo
anterior se puede inferir que la crónica fue una de las primeras formas de
contar del Renacimiento.
Incluso, el género cumple un papel muy importante en
los albores de la revolución industrial. Pues, para esta época, en las grandes
ciudades se empleaba como medio
propagandístico para atraer a los forasteros
y así convencerles de los múltiples beneficios que conferiría el vivir
en sus urbes. Estas crónicas cívicas fueron patrocinadas en muchos casos por
los gobernantes de turno que conocían el efecto que podría generar una buena
crónica en los lectores.
En lo que concierne a nuestro país, el Padre Medrano
fue pionero en el uso de este modo de relatar, ya que éste fue acompañante y
cronista de Jiménez de Quesada en la
expedición que se llevó a cabo en búsqueda de la famosa ciudad perdida de “El
Dorado.” Así mismo, otros clérigos siguieron con la labor del padre Medrano
acompañando a Gonzalo Jiménez, tomando nota de todo lo que iba sucediendo, y de
esta manera convirtiéndose, junto con el conquistador, en unas de las primeras
figuras en hacer de este género un medio para narrar las aventuras vividas en
ese peregrinar por las tierras del interior.
Más adelante, la crónica tiene la suerte de
encontrarse con Juan Rodríguez Freire, quien se convierte en el primer cronista
moderno de Colombia. Él aporta a la evolución del género un rasgo que se
corresponde con la evolución de otros tipos de literatura: dar primacía a la
ciudad, a las personas del común y acabar con el sesgo completamente
evangelizador que caracterizaba a las crónicas escritas por sacerdotes. Él se
convirtió en el escritor del pueblo y trascendió también como el padre de la
crónica moderna colombiana.
Finalmente, hoy día la crónica ha tomado un matiz
periodístico, informativo, que relata lo concerniente a sucesos recientes,
permitiéndose, como ya es sabido, la posibilidad de emitir juicios y
subjetividades en sus líneas.
En definitiva, la crónica es un género muy rico,
pues se nutre de dos corrientes diferentes en incluso contradictorias de
escritura, permitiendo al que la escribe enriquecer tanto sus propios procesos
de pensamiento como los de aquellos que le leen, ya que concede la posibilidad
de entrever una realidad con matices subjetivos que, a su vez, permiten el
acceso a otras realidades. La crónica es un texto sin pretensiones de verdad
absoluta: es la puerta a múltiples visiones del mundo.
[1]VILLOLO Juan. La crónica, ornitorrinco de la prosa. En: Antología de
crónica latinoamericana actual. JARAMILLO AGUDELO, Darío (Comp.). Colección:
Hispánica. p. 581. ISBN: 9788420408958
[2] SAMPER PIZANO, Daniel. Prólogo. En: Antología de grandes crónicas
colombianas. Colección: Aguilar prensa. Tomo I. p. 20. ISBN: 9789587042474.
Bibliografía
AGUDELO, Darío J. (2005) Antología de crónica
latinoamericana actual. Bogotá, Alfaguara.
CASSANY, Daniel (1993). La cocina de la escritura.
Barcelona, Editorial: Anagrama.
CASSANY, Daniel (1999). Construir la escritura.
Barcelona, Editorial Paidós
ONG, Walter J. (1999).
Oralidad y escritura. Santafé de Bogotá, Fondo de cultura Económica.
(2004) Antología de grandes crónicas Colombinas Tomo I y
II. Selección y prólogo de Daniel Samper. Bogotá, Editorial: Aguilar.
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